Cuentos
El príncipe había cruzado oscuros bosques, desiertos inmensos, había tardado meses en llegar hasta el castillo de la princesa y cuando por fin llegó ¡no había castillo! ¡ni dragón! ¡ni nada de nada! El príncipe preguntó a la gente de aquel lugar, buscó y buscó a la princesa y cuando la encontró, se dio cuenta de que no tenía que luchar contra ningún dragón. La princesa había pasado los últimos diez años de su vida leyendo, había domesticado al dragón y se había vuelto republicana. Ya no llevaba corona, ni vestidos que le impedían respirar porque le gustaba más ir con chándal. Se había hecho una cabaña en la copa de un árbol y había plantado un huerto. Ahora era una exprincesa.
El príncipe quedó perplejo, llevaba toda la vida esperando para rescatar a la princesa pero ella ya se había salvado sola. Por suerte, él sabía leer. La exprincesa, que en el fondo había recibido la misma educación que el príncipe antes de descubrir los libros, le prestó algunos.
El tiempo pasó y, yo no se muy bien cómo van esas cosas, pero el dragón y el caballo se enamoraron. Así que el príncipe y la exprincesa, que se llevaban bastante bien, les dejaron la cabaña para ellos y se fueron a ver mundo.
Ahora el dragón y el caballo son muy felices, se sienten orgullosos de haber podido mantener el huerto de la exprincesa sin que se le sequen los tomates. La exprincesa y el príncipe también son felices, o eso creo porque no paran de subir a facebook de sus viajes.
Y colorín colorado...
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OOOOOH que cuento más alucinante, me encanta!!! Es precioso, así deberían de ser todos los cuentos.
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